El sector de los molinos harineros no muestra grandes cambios en los últimos años y, si bien están muy debajo de su capacidad operativa, el poco incremento de las demandas locales y externas dan como resultado un bajo crecimiento, detalla un informe de Claves Información Competitiva.
«De esta manera, se estima que el 2022 será un año similar al 2021 y ante una perspectiva de una demanda interna poco creciente y las ventas externa con altos precios por el impacto del conflicto ruso-ucraniano», resume.
La producción de harinas en el período estudiado por el informe muestra una tendencia leve de crecimiento desde el 2018 al 2020 llegando a 4,5 millones de toneladas. Una baja se observa en el 2021 y la estimación del 2022 llegando al orden de 4,5 millones de toneladas.
De acuerdo al informe, los factores básicos que no están favoreciendo un posible crecimiento sectorial son dos:
Por un lado, la alta inflación de todos los productos que tienen la harina como insumo y lleva a que tampoco crezca esta demanda. Por otro, en un marco general la presencia de los mercados informales en la oferta de alimentos impactaba en el sector harinero formal y la implementación del remito electrónico harinero (RTH) está trayendo solución a este problema.
En cuanto a la producción industrial de diferentes tipos de harinas, define a la vez los destinos de usos y el precio de llegada al mercado.
De los 4,45 millones de harinas producidas de trigo pan en el año 2021 el 73,6% fue de trigo triple cero que es la más adaptada a usos comunes. El 21,9% correspondió al tipo cuatro cero, una harina de usos más específicos.
Una estrategia de las harineras que participan del mercado local es llegar al consumidor con productos que contienen harinas, pero están destinados a determinados usos como las premezclas para tortas, pizzas, bollerías, etcétera.
En el caso del trigo candeal de las 214 mil toneladas producidas el 93,8% corresponde a sémola de trigo candeal. Para el año 2022, se estima una producción de 4,5 millones de toneladas y crecería un 2,2% respecto del año 2021.
«El mercado interno de las harinas no muestra crecimientos y en épocas de alta inflación como la que se vive en el país desde el 2018 bajan el poder adquisitivo de los compradores. El mayor consumo se da en productos de panadería, galletitas y pastas. El consumo hogar de harinas para preparados caseros es bajo dada pérdida de hábitos de cocinar en la casa. Hay avances en el consumo de congelados. El promedio del ciclo 2018 a 2022 (estimado) es algo más que 84 kilos por persona por año», resumen desde Claves.
En cuanto al mercado externo, este año 2022 la invasión de Rusia a Ucrania modificó el mercado internacional. No obstante, los controles internos sobre la exportación no han favorecido a los exportadores y estimamos que se venderán unas 580 mil toneladas.
En lo que respecta a los precios internos y de comercio exterior, el precio de la harina común al consumo según el IPC de CABA pasó de 40,65 pesos el kilo en enero del 2020 a 93,85 pesos el kilo en julio del 2022. Esto significa que creció en este período un 130%.
Al compáralo con el crecimiento del IPC, que fue de 165%, el precio de la harina quedó por debajo del crecimiento de otros ítems, incluidos en el índice.
En el plano internacional, los precios obtenidos por las ventas externas desde el 2018 al 2021 el promedio de 328 dólares FOB la tonelada. El mercado de las harinas a nivel internacional impactado por el conflicto Rusia y Ucrania tuvo que pagar por encima de años anteriores. Así, ahora el precio que lograrán las exportaciones desde Argentina en el 2022 se estima en el orden de 433 U$S/FOB la tonelada.
«El clima de negocios del sector de las molineras es de cierta tranquilidad frente a la realidad de los mercados y de cierta preocupación en cuanto al incremento de los costos. La implementación del REH extendido a varios actores parece bastante eficaz para enfrentar el mercado informal. Esto es una buena noticia. El mercado local se mantiene y el retraso del precio de la harina respecto de otras opciones da una posibilidad (mínima) a crecer en consumo en un marco de alta inflación. Este marco afecta todas las demandas de alimentos», indica Claves.
Y agrega: «La demanda de la industria también está mesurada a sus posibilidades dependen de cómo se mueve el mercado de los alimentos que en el actual marco inflacionario no se recuperará fácilmente. En el marco internacional, aunque siempre cercano, las ventas a Brasil, Bolivia y Chile se están realizando por encima de los 430 dólares FOB la tonelada, unos u$s100 por encima del promedio de los últimos años. Dado que localmente no habrá crecimientos más allá de lo vegetativo, el sector continúa con el planteo se plantea arribar a otros mercados externos, no solo con harinas sino con productos derivados. Todo con tranquilidad y cautela, sin esperar grandes cambios en los próximos meses».-