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De startup a scaleup: 5 consejos para dar el salto de calidad en tu Pyme

Son pocas las firmas que logran sobrevivir a los primeros 5 años de un proyecto, por eso llevar adelante un emprendimiento no es tarea sencilla. De hecho, este es un segmento donde es más común fracasar que tener éxito. Cuáles son las claves para escalar una compañía hasta ser scaleup y no caer en el intento.

 

Según datos de la organización Startup Genome, el 90% de las startups no llegan a buen puerto, y solo el 50 % de las compañías logran atravesar los primeros cinco años de vida, o lo que en ese mundo se conoce como el tan temido “valle de la muerte”.

 

Pero hay otra métrica que llama la atención: menos del 5% de las startups llegan al estadio de “scaleup”, es decir, que logran establecerse en el mercado con un modelo sustentable y de rápido crecimiento.

 

En el ecosistema emprendedor se manejan varias definiciones de scaleup. La más tradicional es la de la OCDE,  que las describe como aquellas firmas que alcanzan un promedio de crecimiento, tanto de facturación como de empleados, de al menos un 20% anual durante tres años consecutivos.

 

Sin embargo, para las firmas de tecnología esta definición ya quedó corta.

 

Para Startup Genome, estas compañías generalmente crecen entre un 50% y un 100% por año. Las más exitosas (el 10% superior) crecen mucho más rápido, aproximadamente por encima del 100% anual, y normalmente cuentan con más de 50 empleados.

 

Las scaleups deben cumplir algunas características: estas son empresas que ya lograron encontrar su producto que encajó en el mercado, ya determinaron sus focos económicos y demostraron que tienen un modelo de ventas repetible y escalable.

 

Pero llegar a ese punto tiene sus desafíos. A continuación, 5 claves para transitar mejor ese camino:

 

1. Mantener la mentalidad del “prueba y error”

Construir chico y moverse rápido es el ABC. Al inicio hay una primera etapa de investigación, donde los fundadores deben estudiar en profundidad la industria donde están ingresando y, luego, elaborar el business plan. Una vez que esa base está sólida, es momento de trabajar en el producto.

 

No es necesario hacer grandes suposiciones, pero sí tener una base sólida, construir un MVP –o mínimo producto viable, por sus siglas en inglés–, y testear con los clientes para validar las hipótesis. Aquí lo más importante es ejecutar lo más rápido posible e implementar los cambios para ajustar el producto.

 

Fuimos pragmáticos y pivoteamos rápido. El común denominador, por más que suene trillado, es que estás yendo y viniendo todo el tiempo. Sobre todo los primeros años, y está bien que así sea. Es un ejercicio constante de revisión: es una mezcla de lo que escribiste en el papel, la gente que tenés, lo que podés ejecutar, y un poco de suerte.

 

2. Pulir la ejecución

Lograr una base de clientes recurrentes es un gran hito para la compañía. Para captarlos es fundamental trabajar en la ejecución del servicio. El tiempo traerá, si se hizo bien la tarea, mejoras en los equipos y en los aprendizajes.

 

Al inicio son muchas las incógnitas, que con el día a día se van resolviendo: hay que saber aprender tanto de los “sí” como de los “no” para ajustar el modelo de negocio. En este punto es también un desafío no perder el foco y saber captar las oportunidades que la empresa realmente puede abarcar para no salir de su negocio. Al final, todo ese trabajo resultará en una experiencia que fidelice a los clientes.

 

3. Construir una red

Tanto en la Argentina como en la región, los emprendedores tienden a establecer redes y crear espacios de networking donde compartir experiencias y aprendizajes. Estar presente en ese mundo es una tarea fundamental para los fundadores, no solo para buscar oportunidades de negocio, sino para tejer lazos que los ayudarán a crecer en todo su recorrido.

 

Desde universidades hasta organizaciones sin fines de lucro, la agenda de actividades es amplia y suele ser abierta a cualquier tipo de emprendimiento. Además, para quienes busquen capital privado, es conveniente rodearse de aquellos inversores que puedan aportar “smart money”. Es decir, perfiles que no solo aporten dinero, sino consejo y experiencia. Ese tipo de inversores también respaldará el proyecto frente a posibles clientes.

 

4. No tener miedo a delegar

En los inicios del emprendimiento es común que los fundadores estén en cada detalle de lo que se hace en el negocio, a veces por falta de recursos y otras por miedo a delegar. A medida que la compañía crece, es importante buscar al mejor talento para poder confiarle esas tareas, lo que permitirá al equipo fundador enfocarse en cómo darle consistencia al futuro de la compañía. Si el CEO está en el día a día de una venta, significa que no está haciendo bien su trabajo.

 

Aquí resulta clave el camino hacia la profesionalización. Se debe trabajar en establecer procesos y encontrar a los profesionales indicados para liderar cada área de la compañía. Y, por supuesto, confiar en sus capacidades y darles espacio para actuar.

 

5. Trabajar en la cultura

Parte de esa profesionalización viene de la mano de establecer y trabajar en la cultura de la empresa. En los inicios, esa cultura todavía está en desarrollo. Pero cuando se llega al estadio de scaleup, con una nómina de empleados más grande, es importante trabajar en los puntos que hacen a la cultura de esa empresa para poder contagiarla en los nuevos profesionales que van a ingresar.

 

De hecho, un desafío común para este momento del negocio, cuando los equipos son más grandes, es crecer de forma controlada y comunicando ese espíritu. Incluso, mantener la visión innovadora cuando los empleados se cuentan por decenas es un reto a superar.

 

En la relación entre los fundadores y los equipos gerenciales va a estar la llave: saber transmitir la visión para que pueda derramar en el resto de la compañía y se genere un círculo virtuoso.-

 

 

 

(*) Cofundador y CEO de Avancargo.

 

 

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