Stämm, la biotech que está revolucionando la biomanufactura en un proceso eficiente, escalable y repetible, repensando la manera en que se producen células y microorganismos. Esto, en un contexto en el que el 60% de los insumos físicos de la economía global podrían ser producidos biológicamente.
La firma fue creada en 2016, de la mano de Yuyo Llamazares Vegh (CEO) y Federico D’Alvia Vegh (COO), con el fin de transformar la biomanufactura y ya tiene presencia en Estados Unidos, Argentina y Suiza.
Acaba de sumarse a Endeavor, la comunidad de emprendedores de alto impacto mundial.
Stämm está reinventando la forma en la que se llevan a cabo los bioprocesos imitando a la naturaleza, reduciendo 300 veces el volumen instalado requerido para el mismo rendimiento del producto final.
Además, es la primera compañía seleccionada que pasó por ScaleUp, una iniciativa de Endeavor para detectar y potenciar el impacto de las startups, en un estadio previo al necesario para ser Emprendedores de esta entidad.
En esta línea, comenzaron con el proceso de selección, en el que trabajaron junto con el equipo de Endeavor para resolver los desafíos de su negocio, vincularse con expertos y analizar sus necesidades para presentarse a las siguientes etapas.
Primero, pasaron por un panel local y, en última instancia, por un panel internacional virtual (ISPv) en el que presentaron su compañía frente a expertos de negocio y emprendedores consagrados de todo el mundo.
Ser Emprendedor Endeavor les da acceso a vincularse con los inversores, los fundadores y los actores más relevantes del ecosistema emprendedor. Aprender de quienes hicieron crecer grandes compañías, nutrirse de sus experiencias y así acelerar sus procesos de crecimiento y potenciar sus posibilidades.
A la vez, es un compromiso que viene de la mano de una responsabilidad: devolver eventualmente a la comunidad, ya sea invirtiendo su tiempo, capital y conocimiento, dando lugar a este círculo virtuoso que llamamos efecto multiplicador.
Potencialidad de Stämm
Se estima que un 60% de los insumos físicos de la economía global podrían ser producidos biológicamente. Hoy día, la biofabricación ya permite desde el cultivo de carne a base de células hasta la fabricación de medicamentos impulsados por microorganismos.
No obstante, para llevar a cabo estos procesos se utilizan biorreactores a escala industrial, lo que serían tanques esterilizados gigantes. ¿Cómo funcionan? En un nivel básico, estos tanques se llenan con lo necesario para producir los cultivos celulares deseados, se agitan con un instrumento motorizado, se mantienen a la temperatura correcta con refrigerantes y se les suministra la cantidad adecuada de oxígeno (o falta del mismo) para apoyar su crecimiento.
Siguiendo esta línea, lo que Stämm está haciendo es esencialmente eliminar por completo el tanque, la agitación y los tubos de la ecuación. En cambio, han combinado varios campos de conocimiento científico para inventar tecnologías novedosas y así poder desarrollar un biorreactor de escritorio, denominado como el Bioprocesador.
Esto los posiciona como líderes en una solución 360º que abarca desde la creación, la escalabilidad y hasta la comercialización.
La empresa tiene presencia global con operaciones en USA, Argentina y Suiza y ya está planeando su próxima expansión a nuevos mercados. Brinda un servicio biotecnológico “all-in-one”: empezando con bioingeniería, pasando por el escalado de biológicos y terminando con Machine Learning de procesos y desarrollo de biológicos.
En consecuencia, la compañía apunta a ofrecer estos procesos como servicios o su tecnología como producto, dependiendo de las necesidades de cada cliente. Con un especial foco en la industria farmacéutica ofrece acompañar al partner desde el laboratorio hasta el mercado.
Asimismo, la biotech está en proceso de levantar el capital para seguir impulsando su crecimiento y consolidar una nueva instalación de producción en Uruguay.
Los orígenes de Stämm tiene su historia: los dos fundadores y también primos, producían cerveza artesanal cuando tenían unos veinte años, labor aprendida de su abuelo. Esta actividad fue la que los acercó al problema que se lanzaron a resolver casi inmediatamente. Mientras hacían la cerveza notaron que no había buenas levaduras en la industria cervecera y decidieron cultivar las suyas propias, especiales, para dar una buena pelea en la pujante industria.
Y he aquí el primer obstáculo biotecnológico: cultivar células es ineficiente y requiere plantas productivas de escalas enormes, y se hace así desde hace más de 100 años, incluso en sectores avanzados como el farmacéutico.
Es así como se lanzaron en 2016, de la mano de la aceleradora de biotechs, GridX, Llamazares y D’Alvia, son a la tarea de inventar un biorreactor de baja escala, pero igual eficiencia, que pudiera instalarse en cada planta cervecera.-